La vírgen del sol: leyenda ; Melodías indígenas, Volume 1Timbre Imperial, Sección Tipográfica del Crédito Catalan, 1887 - 399 pages |
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La vírgen del sol: leyenda ; Melodías indígenas, Volume 1 Juan León Mera Affichage du livre entier - 1887 |
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Fréquemment cités
Page 394 - Es del tamaño de la mirla, con cabeza grande, y el pico grueso. Todo él es de un vivo amarillo, con manchas negras, y blancas en las alas. El canto natural que es de voz alta, compite con el ruiseñor, teniendo varias diferencias altas y bajas bellísimas.
Page 305 - Miel en tu lengua la dulce caña vertió, y la brisa, que entre las flores vuela, á tu aliento dió los olores de algún clavel. Pero ¡ay! los Andes, cuando naciste, alma de crudo hielo te han dado, y de sus rocas ¡ay! han formado tu corazón; pues no te inflamas al ver al triste yupanqui en llanto por ti deshecho, ni su gemido hiere tu pecho que nunca amó.
Page 305 - Cori adorada, el astro sumo tu tez morena te dió, y la luna la luz serena de tu mirar. Tiñó tu trenza noche atezada, pintó tus labios la rósea aurora, te dió su talle la cimbradora palma real. Las tiernas aves de la montaña te han enseñado gratos cantares, gracias te han dado los tutelares genios del bien. Miel en tu lengua la dulce caña vertió, y la brisa, que entre las flores vuela, á tu aliento dió los olores de algún clavel.
Page 355 - Y de los huesos y del trío polvo Se acuerdan que en la tierra Ellas dejaron, y en su oscuro seno La sepultura encierra. El cielo está lloroso; las montañas De niebla están vestidas; Suspiran los arroyos, y las aves Lamentan afligidas. Vamos hermanos míos, ya está abierta Del Dios la santa casa. Llevadle miel y pan, y del cordero La fresca y suave grasa. Yo del numen augur, al sacrificio Llevo mi negra oveja; Tierna es, como le agrada: aun no he cortado Ni una vez su guedeja.
Page 305 - Las tiernas ayes de la montaña te han enseñado gratos cantares; gracias te han dado los tutelares genios del bien. Miel en tu lengua la dulce caña vertió, y la brisa, que entre las flores vuela, a tu aliento dió los olores de algún clavel. Pero, ¡ay!, los Andes, cuando naciste, alma de crudo hielo te han dado, y de sus rocas, ¡ay!, han fonnado tu corazón.
Page 257 - Un hoyo, una pira, un cordel; Mas quiere que todo dispuesto De modo se encuentre que mire, Muriendo cada uno en su puesto Del otro el tormento cruel. Ya el astro de los Incas padre Su templo profanado hería Con luz amortecida y...
Page 357 - Alzadas en hileras en el valle Como del mar las olas. Y el vino, pan y miel de los queridos Muertos renovaremos, Y el polvo que los cubre con dolientes Lágrimas regaremos. ¡Oh benéficos padres, caros Incas, Del cielo habitadores! ¡Generosos guerreros, de cien bravos Pueblos sojuzgadores! ¡Sacerdotes del Sol! ¡sabios amuntas! ¡Vírgenes sin mancilla! ¡Todos los que caisteis de la muerte Bajo la atroz cuchilla!
Page 132 - Iré, y el cielo permita que alguna enemiga mano me hiera el pecho y desgarre con un agudo venablo. Ya nada espero en el mundo: I Ay!
Page 349 - ... Prenda mía, Y en mí fía, Caro bien; Que yo siempre solícita Con mis cantares rústicos, Haré que el sueño Pose halagüeño Sobre tu sién. Calla y duerme, Y así olvida De la vida La aridez: Olvida que las lágrimas Han sido tu herencia única, Porque de triste Raza naciste De oscura tez. Ve á tu padre Cuál le oprimen: ¿Es un crimen Su color? ¡Ay! de la suerte pérfida Solo es capricho bárbaro! A ella le plugo Cargarle un yugo, Darle un señor. De estos campos Era el fruto Un tributo...
Page 393 - ... vituperar las acciones de los hombres, lo hace sin extralimitarse de lo justo. Hijo de España, tiene por ella simpatías y respeto; americano, ama á la América con entusiasmo; pero hombre de bien, ante todo, idolatra la verdad y la justicia y las rinde sincero culto.